Hace unos días nos despertábamos con la noticia:
Más de dos millones de abejas mueren en una intoxicación masiva
No es la primera vez que leemos titulares tan dramáticos. Ni será la última, por desgracia. Una enorme desgracia, además. Porque lo que estamos masacrando no son bichos, ni plagas. Es nuestra propia supervivencia. ¿Exagerado? Veamos:
Las abejas son las reinas de la polinización. Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), existen cien especies de cultivos que proporcionan el 90% de los alimentos que consumimos en todo el mundo. De estos cien, 71 los polinizan las abejas.
Si hablamos de Europa, más de cuatro mil variedades vegetales existen gracias a la polinización de las abejas, además del 84% de las especies de cultivo. De forma que si no hay abejas no hay polinización, y en consecuencia no hay plantas ni alimentos para los animales vegetarianos ni, en última instancia, para los carnívoros. Una reacción en cadena que puede resultar catastrófica. Así que de las abejas depende en gran medida el equilibrio ecológico del planeta y nuestra propia seguridad alimentaria.
Pero, ¿por qué mueren las abejas?
Aunque, en realidad, la pregunta que deberíamos plantearnos es: ¿por qué el ser humano mata a las abejas? Porque las abejas no se mueren solas. Una vez más, su mayor causa de mortandad es la mano del hombre. No es la única, pero sí la más importante. Y la más letal.
Es cierto que la invasión imparable de avispas asiáticas en algunas regiones españolas está minando las poblaciones de abejas a pasos agigantados, especialmente en Cataluña y el Cantábrico. Una especie tremendamente agresiva que ha llegado en masa y no es fácil de detener ni de exterminar. También el comercio de abejas entre diferentes países puede generar millones de muertes: es la conclusión a la que ha llegado un estudio dirigido por la Universidad de Exeter (Reino Unido) y la de Berkeley (Estados Unidos), según el cual el denominado virus de las alas deformes se ha extendido desde Europa y ha afectado a millones de colmenas de todo el mundo, aniquilando a sus inquilinas.
Pero la causa principal de la mortandad masiva de abejas son los productos fitosanitarios, plaguicidas químicos que son auténticas bombas lanzadas en el campo de forma indiscriminada. Matan las plagas de los cultivos, sí, pero también a los insectos polinizadores. “Los apicultores nos arruinamos y el planeta se va al garete”, en palabras de Carlos Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región de Murcia (una de las zonas más afectadas debido a la intensiva fumigación de árboles frutales de floración temprana).
Por su parte, un estudio de la Universidad de Maryland identificó una terrible mezcla de pesticidas y fungicidas que contaminaba el polen recolectado por las abejas para alimentar a sus larvas. El estudio determinó que esta mezcla es la culpable de la muerte de 10 millones de colmenas que fueron infectadas por el parásito que causa el llamado “colapso de las colmenas”.
Lo peor de todo es que muchos de estos plaguicidas químicos están autorizados. A pesar de que la Unión Europea ha prohibido el uso de algunos insecticidas tóxicos, según Greenpeace en España están permitidos más de 300 productos peligrosos, incluso muy peligrosos, para las abejas.
¿La solución? No es fácil. Pero habría que empezar por una mayor concienciación de la sociedad, un calendario estricto para la prohibición de los plaguicidas más dañinos y un plan de acción integral para proteger a las abejas y demás polinizadores y aumentar la superficie dedicada a la agricultura ecológica. Nos va mucho en ello.
En cambio, ¿por qué no mueren las abejas de nuestras colmenas?
Las colmenas de Miel de Miraflores de la Sierra se encuentran en pleno Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, rodeadas de montaña, aire limpio y millones de flores; sin fábricas o explotaciones agrícolas extensivas en kilómetros a la redonda. Esto es, sin plaguicidas ni otros productos tóxicos letales para las abejas.
Y además, nuestra miel busca proteger el entorno natural de Miraflores de la Sierra y preservar su origen autóctono, de tal forma que se elabora únicamente en el Parque —con sus abejas y sus flores—, evitando la sobreexplotación de los colmenares, el uso indiscriminado de antibióticos y la alimentación artificial de las abejas.
Y es que nos gusta cuidar a nuestras abejas. Al fin y al cabo, ellas son lo importante.
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Que bien encontrar a apicultores en Madrid. Una muy buena noticia para mi que soy un amante de la miel y de la apiculutura
Nos alegra que valores nuestro trabajo ¡gracias compañero!